El señor Todin se levanto a las 10 y 48 de la mañana de aquel frío domingo de finales de Noviembre. Miro el reloj, noto la boca seca, y cierto dolor de cabeza. Lo tenía claro la culpa de todo la había tenido aquel nefasto vino que le habían dado en la recepción de la fiesta de Garrido. Paso varios segundos maldiciendo la escasa cultura vinícola de su compañero de trabajo. Eso si Garrido lo pagaría caro iba a tener bromas irónicas, sutiles, y casi imperceptibles de aquí hasta que se le olvidara de la chapuza que había hecho al comprar aquel vino.
Se puso en marcha en cuanto recordó que había quedado en visitar el restaurante del Chef que conoció en la fiesta. Tendría que coger el 4 por 4 ya que era un mesón rural, un sitio de buenas carnes de caza, y caldos de viñedos de producción exclusiva. Era sin duda el mejor plan para una mañana de domingo. Tras ducharse, y vestirse adecuadamente. Ya estaba en el coche poniendo el GPS para localizar el sitio. Aquel vino realmente le había pasado factura, no conseguía recordar la localización exacta del lugar. Llamo a su nuevo amigo, y con cierto tono jovial le pidió las referencias para que el coche le supiera guiar hasta allí De paso aprovecho para que le reservara la mesa.
En media hora estaba aparcando. No era un sitio de monte, estaba en el extrarradio de un bonito pueblo costero. El restaurante “El mesón príncipe” tenía una bonita entrada con puertas principescas, jardines versallescos y un par de fuentes inspiradas en el estilo del neoclasicismo Un camarero-portero, le dio una cordial bienvenida:
• Buenos días señor. ¿Tiene reserva?
• Si a nombre de Todin.
• Bien aquí está usted inscrito. ¿Quiere pobre?
• Si por favor. Dos.
• Pase...- Todin no le dejo terminar la frase, tenía que decirle algo relevante, que no podía esperar.
• No pero quiero verlos yo antes. Porque la ultima vez me los dieron de mala calidad.
• Esto se sale de las normas. Veré que puede hacer.
• Soy el que paga.
Esta última frase no la escucho el camarero, porque estaba ya hablando por un pinganillo con su superior. El cual de inmediato le dio permiso.
• Señor Todin si es tan amable de acompañarme.
• Por supuesto.
Comenzaron a andar para encontrar la parte derecha de la casa y tras 5 minutos de caminata, vieron una gran verja que guardaba a unos perros de caza que dormían tranquilamente en sus casitas. El camarero se llevo las manos a la cabeza.
• Le pido mil disculpas. Porque es que soy nuevo y no recordé que cambiaron a los perros de sitios...
• Ya veo. Bueno déjese de cháchara y ahora por favor no se equivoque más.
Recorrieron el camino de vuelta en esta ocasión dirección hacía la izquierda de la casa. Otra gran reja guardaba a 8 personas mugrientas que al otearlos se agolparon contra el metal para ser elegidos.
• ¡¡¡Elíjame a mí!!!
• ¡¡¡No a mí!!!
• Si me elige a mí, no se arrepentirá...
El joven camarero, con una voz recia, los mando a callar. Orden que acataron a rajatabla en milisegundos.
• Aquí los tiene señor Todin, estos son los pobres de los que disponemos en estos momentos, creo que esta tarde tenían que llegar más...
• Ábrame
• Señor Todin no es recomendable, pueden ser peligrosos...
• Le he dicho que me abra, es que acaso no escucha usted bien.
A regañadientes el joven le abrió, sabía que como algo saliera mal se estaba jugando el puesto. Aunque era realmente difícil que aquellos despojos humanos pudieran escapara de allí Teniendo en cuenta los sistemas de seguridad con los que contaba el recinto, a saber: Cámaras de vigilancia, un hombre de seguridad privada, contacto directo con la policía, cierre automáticos de puertas... Y la mayor seguridad era saber que aquellas personas no habían apenas comido en días y que estaban allí voluntariamente. No tendrían muchas fuerzas para correr e incumplir el contrato.
Ninguno miraba directamente a la cara al señor Todin. El los tocaba, los analizaba como se analiza a los animales. A alguno le miro la dentadura, la tenían muy amarillenta, picada o ennegrecía Los odiaba a todos, pero a la vez le daba una mezcla de pena y compasión aquellos pobres humanos.
• A ver chico, quiero uno que no hable mucho. No tenéis ninguno mudo. Porque el último que me toco hablaba por los codos y no había quien lo aguantara.- El chico que llevaba poco tiempo trabajando estaba pasando una experiencia que no le era nada agradable y eso se notaba en el tono de sus palabras ahora secas y faltas de amabilidad.
• El mejor que se puede llevar, es el que tiene a su derecha.
• ¿Este? Pues no me acaba de convencer. Creo que me llevare a este mejor.
• Como usted quiera.
• Yo quiero este. ¿Y mujeres no tenéis?
• No nos quedan.
• Vaya pues entonces me llevo al número 8 y al 4
• Buena elección. Quiere que los quiere limpios o integrales.
• Integrales.
El que portaba un número 4 en una roñosa camiseta gris de publicidad de una marca extinta hace unos cuantos años, expreso:
• Gracias señor. Dios se lo pague, dios le bendiga... -Todin le miro fijamente.
• No quiero a este desecho humano comiendo a mi lado, me llevare al 6. Cámbiamelo inmediatamente.
• Por supuesto.
Presto con una media sonrisa, el señor Todin se fue acompañado a sus espaldas de sus dos pobres. Entro en el restaurante. Le recibió otro camarero y le indico cual era su mesa. A su lado pusieron una pequeña mesa de plástico suplementaria más baja para sus dos acompañantes. Miro a su alrededor y vio a caras conocidas. Personas que no solía saludar, pero con las cuales había coincidido en alguna reunión social. Estaba por ejemplo: Eliezer su eterno rival en el torneo interempresas de golf.
Muchas de las personas que estaban por allí Cuchicheaban a su espalda: “Fíjate que poderío tiene Todin que es capaz de pagarse dos pobres.” decían unos mientras otros hablaban: “Es un prepotente, está dándole de comer a dos pobres nada más que para hacerse el importante. Ya te lo dije que este hombre se da muchos aires pero no es nadie. ¿Sabes cómo consiguió el puesto?...” La expectación era grande porque era normal entre la gente con un alto estatus darle de comer a un pobre, pero a dos no era ya tan típico
Ana estaba sentada cerca de la ventana. Cuando entro Todin, ella lo reconoció de inmediato. Habían trabajado juntos en una empresa mucho más humilde de la que se encontraba ahora mismo él. Ella se había quedado allí Le removió sentimientos por dentro, estuvo enamorada de él. Así que le echo valor para levantarse y acercarse a su mesa.
• Hombre Todin.
• Qué bonita coincidencia, encontrarte por aquí.- Puso la mejilla para recibir dos besos.
• ¡Que de tiempo! ¿Qué es de tu vida?
• Poca cosa. Sigo trabajando para Reinger y asociados. Nos va bien, no me puedo quejar la verdad.
• A tí te va bien las cosas por lo que veo.
• Va, va, me van normales, siempre pueden ir mejor...
• Claro. Siempre fuiste humilde y solidario. Fíjate que dar de comer, no a una persona sino a dos.-Ana parecía impresionada por tal gesto de solidaridad de Todin.
• Se hace lo que se puede. Ya sabes que en contra de la pobreza, yo hago todo lo que se pueda. Pero vaya que no es nada... - Hizo ademanes con la mano como intentándole quitar importancia a su gesto.
• Bueno oye a ver si nos vemos pronto. Me he mudado. A lo mejor te podría enseñar mi nuevo apartamento.
• ¿Sigues conservando el mismo teléfono?
• Si aunque estoy un poco cansada de la compañía telefónica. Un día de estos me doy de baja, sin pensármelo.
• Bueno pues, pronto te llamo.
• Espero que así sea.
Todin se quedo un tiempo pensativo. Mientras su amigo el chef salía de la cocina para recibirlo como se merecía y aconsejarle personalmente los platos que debía tomar, al pobre 8 le dio por hablar:
• Maestro si se me permite decirlo, esa periquita esta por sus huesos y quiere que vaya a su casa para tener orégano con usted. A ver que si quiere se lo explico más claramente: Que no solo le quiere abrir las puertas de su casa.
• Usted se calla, o lo echo de aquí ipso facto.
En seguida llego el chef Santos que es como se llamaba le dio un fuerte apretón de manos a su nuevo amigo. Y con gran cortesía le pregunto:
• ¿Que le parece el lugar?
• Estupendo. La verdad es que me ha sorprendido gratamente. No en todos los sitios se puede encontrar una calidad igual, y una tranquilidad. La última vez que fui a comer a un sitio similar tuve que salir de allí indignado. Tenían una decoración tan hortera que dañaba los ojos.
• Ya le entiendo. ¿Bueno y los pobres?
• A pues aún es pronto, pero de momento parecen de la mejor calidad. Te agradezco que me hayas dejado elegirlos personalmente.
• Faltaría más, amigo Todin. Es lo mínimo que puedo hacer.
• Bueno Santos, ¿que platos me recomienda, para hoy?
El chef le confecciono el menú Media hora más tarde Todin estaba comiendo y tres cuarto de horas después el numero 6 y el numero 8 estaban devorando las sobras. Entrantes, primer plato, segundo plato, postre, copa y puro para Todin. Migajas, culillo de sopa, huesos y verduras, helado derretido, vaso medio vacío y humo para los dos pobres.
Todin salió del restaurante muy satisfecho.
Hasta la próxima comida.
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