martes, 16 de junio de 2009

PASEANDO POR SU MENTE. OBSERVANDO NUESTRO MUNDO. (CROSS FOR YOUR MIND)

Como un rayo de luz apareció en mi vida. Abrí los ojos, desperté y la pude ver con toda claridad, le hable. Y ella me revelo un secreto:

“Si me abrazas podrás convertirte en pequeñito, podrás reducirte al mínimo al máximo, serás átomo.”

Y fui niño, fui esencia, fui libélula.

Una vez dentro me cogió de la mano y empezamos a caminar por paisajes pintados con colores de acuarela. Tras un ratito andando mire al cielo y vi unas nubes que se acercaban a nosotros. Tenían forma de palomitas de mantequilla. “¿Por qué tienen esa forma?” Pregunte asombrado. “Se debe a que un día me robaron un paquete de palomitas de mantequilla y algo más que aun no sé que es. Esas nube-palomitas son un símbolo que asocio con aquel robo”, me explico con candidez.

Empezaron a llover palomitas. Corrí y empecé cazar y comerme todas las que podía. Ella se reía viéndome en el juego de capturar y devorar palomitas. Y pensé en voz alta: “tal vez no te robaron nada, a lo mejor te dieron algo. A veces creemos que nos quitan cuando en realidad nos están dando algo, el problema es que muchas veces no lo sabemos apreciarlo como una ganancia.”

Saco un paragua y lo abrió, seguimos paseando en un fabuloso día de sol radiante con algunas nubes de palomitas. Vimos una mariposa roja preciosa y grito: “Heyyy mira una paloma.” Nos carcajeamos y bromeamos con la confusión tan tonta que había tenido durante un buen rato.

Al borde del camino observe una escultura. Me parecía que era una letra griega. Comente: “Es una letra…” no me dejo terminar, conectamos y complemento mi frase así: “Es “psi” representa a la “psique” mente o alma. Esta aquí porque me gustaría dedicarme a la psicología.”

Fuimos por un sendero de árboles frutales. Hasta encontrar a personas dándose un beso en la mejilla, como si se estuvieran saludando, junto a una cruz y un libro. Lo mire y pensé es un libro que habla del amor al prójimo como a uno mismo. Es un libro lleno de enseñanzas de amor, de perdón, de paz y de esperanzas en un mundo mejor.

Veía a esas personas alegres, ella se alejo un momento para compartir con ellos las palabras del libro, también se sentía radiante con estas personas. Me sonrió, y me volvió a agarrar de la mano y reanudamos nuestro placentero paseo, nuestras tripitas rugieron al unisonó. “¡eee eeeee jopeee! ¿Queda mucho para que nos sentemos a comer?” Te exprese infantilmente. “Aguanta ya queda poquito para llegar a una ladera” Me dio un beso de consuelo.

La ladera era una pradera inmensa de margaritas. Saco unas fiambreras de su mochila con rica ensalada de lechuga, aceitunas, tomate… De postre sabroso melocotón en almíbar. No pude expresar otra cosa que: “Pero que tremendamente bueno esta todo” a lo que me respondió: “Claro tonti aquí todo sabe a la comida que prepara mi mama”. Y yo: “tonti tu, que eres la que no te has traído servilletas.” Aunque no estaba sucio me limpie en sus brazos, nos reímos y nuestras miradas se cruzaron.

Se aparto preocupada por algo. Escogió un ramillete de margaritas y empezó a deshojarlas: “…si, no, si, no, si, no, si…” Me recorrió un miedo incomprensible, me sentí inseguro y me aleje de allí. Corrí tanto como pude hasta llegar a una habitación. Estaba decorada con motivos árabes. Me senté en un puff y una señora me trajo un té con leche. Ella llego más dar yo el primer sorbo. Allí me sentía seguro. Hablamos largo y tendido sobre mil cosas: bromas, juegos, temas importantes para ella, importantes para mí, esenciales para nosotros.

Al salir del lugar ya había caído la noche estrellada y de luna luminosa. Recuerdo que de repente nos topamos con un gigantesco muro de ladrillos, con una robusta puerta en medio. Tras palpar muro y puerta un rato, comprobé que parecían infranqueables. “Es tu mente, ¿Tienes la llave de la puerta?”, mi pregunta. Su respuesta: “No. La tire.” “¿Hay algún martillo?” otra posibilidad. “No hay martillo alguno” otra negación. Pues entonces no nos queda otra que bordearlo. Así lo hicimos.

Al ir por otro camino diferente, el paisaje cambio radicalmente nos metimos en un mundo surrealista, de relojes en descomposición, de esculturas de dragones de colores y formas circulares alocadas. Había casas okupas y calles de estilo gótico. Empezó a sonar a lo lejos una música que nos alegraba el alma, la seguimos.

Llegamos a una bifurcación, señalizada por una flecha que indicaba un camino, ponía: Mercurio. Te exclame: “¡Vamos!” Y a toda prisa llegamos a la órbita de una gran bola que giraba sobre su propio eje. La estuvimos observando un rato, vimos que estaba desierta, saltamos y así fue como salimos de tu mente.

Te lo escribo para que no se te olvide lo junto que estuvimos. Ahora que todo lo recuerdo como un paseo por tu psique.

No hay comentarios:

Publicar un comentario