Tendrías que ver la cara de panolis que se nos quedo cuando la negra nos dijo que se iba a Mercurio. Se nos pusieron los rostros pálidos, parecíamos una familia de blanquitos tontitos. Sus nietos le dijieron que estaba loca, que qué le estaba pasando por la cabeza pero ella solo farfullo algo así como: “¿Qué me está pasando por el corazón?” y siguió en su estado de euforia desbordante.
Nos pregunto, ¿Qué cuanto creíamos que valía un billete para Mercurio? Ya lo tenía comprado. ¿Qué cuánto vale un viaje a Mercurio? Dice la muy trastornada. Nos iba a dar un patatús allí mismo. Habrá que llamar a un abogado, esta mujer no está en sus cabales, alguien tiene que gestionar la herencia, eso pensé.
Cuando conseguimos salir del estado de Shock, abandonamos la idea de llamar a un abogado de guardia porque estábamos seguros de que mi vieja suegra se había gastado toda la pasta gansa reunida tras muchos años de tener que vivir como emigrante en Alemania.
Se fue de casa y estuvimos horas dándole vueltas a que podía significar eso de M.E.R.C.U.R.I.O. ¿Qué nos querría decir esta mujer con eso? Esta negra loca “perdía” seguro que ya había mezclado los antidepresivos con el ron de cuba que le trae su vecino.
M.E.R.C.U.R.I.O. piensen ustedes a ver, qué puede haber detrás y/o debajo de estas palabras, ¿Qué mensaje oculto hay en esas letras?, ¿un lugar?, ¿Una sustancia?...
Teorías de mil colores y para todos los gustos. El pequeño fue el más rápido en responder al misterio y con colorines nos presento este cuadrito:
ME: Me
R: Raptan
C: Como
U: Ultimo
R: Recuerdo
I: Iros
O: Ocultando
Estuvimos debatiendo largo y tendido sobre esto, la cosa parecía entre un debate de gran hermano y uno del Sanche Drago. Yo solamente estaba segura de que a esta mujer le había dado demasiado el solano en su gran cabezota.
Nuestro hijo el mayor aplico una formula matemática que tenían que relación con no se que de neperillos y ritmos que a saber que tienen que ver esas cosas con la perdida de chaveta de su abuela. Yo es que siempre fui más de letras. El sabrá para eso es el listo de la familia el único que tiene gafas. Fíjense tiene libros en su cuarto y lo más sorprendente algunas veces lo he visto leyéndolos. Vaya que no los tiene de pega y decoración, ni para tapar la cojera de la mesa, como hace la cotilla del 5º, ya les hablare otro día de ella.
Total que según mi hijo “el culto” Mercurio significa: “Hay vida más allá de África” Que desperdicio de carrera universitaria, mira que yo lo decía que mejor lo del Basket como el Jordan ese. Pero la abuela, que no, que estudiara, ahí lo tienes, en el paro por los siglos de los siglos. Pero que te puedes esperar de un niño que hablaba de cosas tan raras como: “el mundo está escrito en lenguaje matemático.” Es para asustarse o no es para asustarse. El chaval como veía que yo estaba intranquila cuando se ponía a mi lado creo que para calmarme me dijo que la frase no era suya sino de un filosofo griego. Lo cual evidentemente me hizo acongojarme aun mucho más porque esos griegos todo el mundo saben lo “raritos” y pervertidos que siempre han sido.
Yo le pedí consejo a mi vecino el del 4º que fue monaguillo, y me dijo que volviera hablar con él. Así que yo me plante en su cuarto, le mire a los ojos firmemente y de forma clara le explique: “Prométeme que no te vas a volver a juntar con los filósofos griegos esos.” Se quedo un poco extrañado, pero en cuanto lo entendió me lo prometió y desde entonces todo va mejor.
La abuela no nos ha dejado de preguntar tonterías del tipo: ¿Ahora qué temperatura marcaran los termómetros allí? ¿Qué ropa me debería llevar?... Y después nos ha agobiado con teorías aun más disparatadas como: Que si ya no extraían el mercurio para los termómetros con la leche de la tecnología digital, que si iba a ganarse la vida celebrando festivales reggae… Mientras yo solo podía pensar: “Lo sabia nos hemos quedado sin herencia.”
Mi marido decía que eso de Mercurio le sonaba a él de una película de Steven Seagal o de Jackie Chan. Yo ando convencida de que es el nombre de algún medicamento o droga que le han dado los ladrones de la seguridad social para quitarle sus dineros.
A ver si se ha metido en alguna secta del tipo los legionarios de Cristo. O la de la cienciologia como el Tom Cruise. ¡Que hombre! Yo por el me haría de la cienciologia, budista o vegetariana, vaya que sí.
Así que con el rollo este de Mercurio, nos vamos a quedar todos sin vacaciones en el Disneland Paris. Así que habrá que decirle adiós por la tele al pato Donald, que es lo más cerca que me parece a mí que vamos a estar como la abuela siga en sus treces.
Hoy mismo le he gritado 4 cosas bien dichas al cobarde de mi esposo, principalmente para que fuera hablar con su madre. Para que le transmitiera lo egoísta que nos parece dejar por su culpa y de sus caprichos majaras sin Play 3 al grande y sin la superfiesta de comunión al chico. Es que vamos a ser la comidilla del barrio, no tenemos suficiente con lo de destacar y ser diferentes por nuestra piel oscura en este país de blancos para encima ahora esto. A donde vamos a llegar.
Pero es que la mayor locura no la he contado aun, es exageradamente fuerte, agárrense a la silla vaya ser que les dé un jamacuco. La vieja ha comprado billetes para dos. Seguro que la otra persona es la que le ha comido el “tarro” y la va timar. Maldita sea billetes para dos. La negra loca está enamorada y se va de vacaciones a Mercurio
martes, 16 de junio de 2009
PASEANDO POR SU MENTE. OBSERVANDO NUESTRO MUNDO. (CROSS FOR YOUR MIND)
Como un rayo de luz apareció en mi vida. Abrí los ojos, desperté y la pude ver con toda claridad, le hable. Y ella me revelo un secreto:
“Si me abrazas podrás convertirte en pequeñito, podrás reducirte al mínimo al máximo, serás átomo.”
Y fui niño, fui esencia, fui libélula.
Una vez dentro me cogió de la mano y empezamos a caminar por paisajes pintados con colores de acuarela. Tras un ratito andando mire al cielo y vi unas nubes que se acercaban a nosotros. Tenían forma de palomitas de mantequilla. “¿Por qué tienen esa forma?” Pregunte asombrado. “Se debe a que un día me robaron un paquete de palomitas de mantequilla y algo más que aun no sé que es. Esas nube-palomitas son un símbolo que asocio con aquel robo”, me explico con candidez.
Empezaron a llover palomitas. Corrí y empecé cazar y comerme todas las que podía. Ella se reía viéndome en el juego de capturar y devorar palomitas. Y pensé en voz alta: “tal vez no te robaron nada, a lo mejor te dieron algo. A veces creemos que nos quitan cuando en realidad nos están dando algo, el problema es que muchas veces no lo sabemos apreciarlo como una ganancia.”
Saco un paragua y lo abrió, seguimos paseando en un fabuloso día de sol radiante con algunas nubes de palomitas. Vimos una mariposa roja preciosa y grito: “Heyyy mira una paloma.” Nos carcajeamos y bromeamos con la confusión tan tonta que había tenido durante un buen rato.
Al borde del camino observe una escultura. Me parecía que era una letra griega. Comente: “Es una letra…” no me dejo terminar, conectamos y complemento mi frase así: “Es “psi” representa a la “psique” mente o alma. Esta aquí porque me gustaría dedicarme a la psicología.”
Fuimos por un sendero de árboles frutales. Hasta encontrar a personas dándose un beso en la mejilla, como si se estuvieran saludando, junto a una cruz y un libro. Lo mire y pensé es un libro que habla del amor al prójimo como a uno mismo. Es un libro lleno de enseñanzas de amor, de perdón, de paz y de esperanzas en un mundo mejor.
Veía a esas personas alegres, ella se alejo un momento para compartir con ellos las palabras del libro, también se sentía radiante con estas personas. Me sonrió, y me volvió a agarrar de la mano y reanudamos nuestro placentero paseo, nuestras tripitas rugieron al unisonó. “¡eee eeeee jopeee! ¿Queda mucho para que nos sentemos a comer?” Te exprese infantilmente. “Aguanta ya queda poquito para llegar a una ladera” Me dio un beso de consuelo.
La ladera era una pradera inmensa de margaritas. Saco unas fiambreras de su mochila con rica ensalada de lechuga, aceitunas, tomate… De postre sabroso melocotón en almíbar. No pude expresar otra cosa que: “Pero que tremendamente bueno esta todo” a lo que me respondió: “Claro tonti aquí todo sabe a la comida que prepara mi mama”. Y yo: “tonti tu, que eres la que no te has traído servilletas.” Aunque no estaba sucio me limpie en sus brazos, nos reímos y nuestras miradas se cruzaron.
Se aparto preocupada por algo. Escogió un ramillete de margaritas y empezó a deshojarlas: “…si, no, si, no, si, no, si…” Me recorrió un miedo incomprensible, me sentí inseguro y me aleje de allí. Corrí tanto como pude hasta llegar a una habitación. Estaba decorada con motivos árabes. Me senté en un puff y una señora me trajo un té con leche. Ella llego más dar yo el primer sorbo. Allí me sentía seguro. Hablamos largo y tendido sobre mil cosas: bromas, juegos, temas importantes para ella, importantes para mí, esenciales para nosotros.
Al salir del lugar ya había caído la noche estrellada y de luna luminosa. Recuerdo que de repente nos topamos con un gigantesco muro de ladrillos, con una robusta puerta en medio. Tras palpar muro y puerta un rato, comprobé que parecían infranqueables. “Es tu mente, ¿Tienes la llave de la puerta?”, mi pregunta. Su respuesta: “No. La tire.” “¿Hay algún martillo?” otra posibilidad. “No hay martillo alguno” otra negación. Pues entonces no nos queda otra que bordearlo. Así lo hicimos.
Al ir por otro camino diferente, el paisaje cambio radicalmente nos metimos en un mundo surrealista, de relojes en descomposición, de esculturas de dragones de colores y formas circulares alocadas. Había casas okupas y calles de estilo gótico. Empezó a sonar a lo lejos una música que nos alegraba el alma, la seguimos.
Llegamos a una bifurcación, señalizada por una flecha que indicaba un camino, ponía: Mercurio. Te exclame: “¡Vamos!” Y a toda prisa llegamos a la órbita de una gran bola que giraba sobre su propio eje. La estuvimos observando un rato, vimos que estaba desierta, saltamos y así fue como salimos de tu mente.
Te lo escribo para que no se te olvide lo junto que estuvimos. Ahora que todo lo recuerdo como un paseo por tu psique.
“Si me abrazas podrás convertirte en pequeñito, podrás reducirte al mínimo al máximo, serás átomo.”
Y fui niño, fui esencia, fui libélula.
Una vez dentro me cogió de la mano y empezamos a caminar por paisajes pintados con colores de acuarela. Tras un ratito andando mire al cielo y vi unas nubes que se acercaban a nosotros. Tenían forma de palomitas de mantequilla. “¿Por qué tienen esa forma?” Pregunte asombrado. “Se debe a que un día me robaron un paquete de palomitas de mantequilla y algo más que aun no sé que es. Esas nube-palomitas son un símbolo que asocio con aquel robo”, me explico con candidez.
Empezaron a llover palomitas. Corrí y empecé cazar y comerme todas las que podía. Ella se reía viéndome en el juego de capturar y devorar palomitas. Y pensé en voz alta: “tal vez no te robaron nada, a lo mejor te dieron algo. A veces creemos que nos quitan cuando en realidad nos están dando algo, el problema es que muchas veces no lo sabemos apreciarlo como una ganancia.”
Saco un paragua y lo abrió, seguimos paseando en un fabuloso día de sol radiante con algunas nubes de palomitas. Vimos una mariposa roja preciosa y grito: “Heyyy mira una paloma.” Nos carcajeamos y bromeamos con la confusión tan tonta que había tenido durante un buen rato.
Al borde del camino observe una escultura. Me parecía que era una letra griega. Comente: “Es una letra…” no me dejo terminar, conectamos y complemento mi frase así: “Es “psi” representa a la “psique” mente o alma. Esta aquí porque me gustaría dedicarme a la psicología.”
Fuimos por un sendero de árboles frutales. Hasta encontrar a personas dándose un beso en la mejilla, como si se estuvieran saludando, junto a una cruz y un libro. Lo mire y pensé es un libro que habla del amor al prójimo como a uno mismo. Es un libro lleno de enseñanzas de amor, de perdón, de paz y de esperanzas en un mundo mejor.
Veía a esas personas alegres, ella se alejo un momento para compartir con ellos las palabras del libro, también se sentía radiante con estas personas. Me sonrió, y me volvió a agarrar de la mano y reanudamos nuestro placentero paseo, nuestras tripitas rugieron al unisonó. “¡eee eeeee jopeee! ¿Queda mucho para que nos sentemos a comer?” Te exprese infantilmente. “Aguanta ya queda poquito para llegar a una ladera” Me dio un beso de consuelo.
La ladera era una pradera inmensa de margaritas. Saco unas fiambreras de su mochila con rica ensalada de lechuga, aceitunas, tomate… De postre sabroso melocotón en almíbar. No pude expresar otra cosa que: “Pero que tremendamente bueno esta todo” a lo que me respondió: “Claro tonti aquí todo sabe a la comida que prepara mi mama”. Y yo: “tonti tu, que eres la que no te has traído servilletas.” Aunque no estaba sucio me limpie en sus brazos, nos reímos y nuestras miradas se cruzaron.
Se aparto preocupada por algo. Escogió un ramillete de margaritas y empezó a deshojarlas: “…si, no, si, no, si, no, si…” Me recorrió un miedo incomprensible, me sentí inseguro y me aleje de allí. Corrí tanto como pude hasta llegar a una habitación. Estaba decorada con motivos árabes. Me senté en un puff y una señora me trajo un té con leche. Ella llego más dar yo el primer sorbo. Allí me sentía seguro. Hablamos largo y tendido sobre mil cosas: bromas, juegos, temas importantes para ella, importantes para mí, esenciales para nosotros.
Al salir del lugar ya había caído la noche estrellada y de luna luminosa. Recuerdo que de repente nos topamos con un gigantesco muro de ladrillos, con una robusta puerta en medio. Tras palpar muro y puerta un rato, comprobé que parecían infranqueables. “Es tu mente, ¿Tienes la llave de la puerta?”, mi pregunta. Su respuesta: “No. La tire.” “¿Hay algún martillo?” otra posibilidad. “No hay martillo alguno” otra negación. Pues entonces no nos queda otra que bordearlo. Así lo hicimos.
Al ir por otro camino diferente, el paisaje cambio radicalmente nos metimos en un mundo surrealista, de relojes en descomposición, de esculturas de dragones de colores y formas circulares alocadas. Había casas okupas y calles de estilo gótico. Empezó a sonar a lo lejos una música que nos alegraba el alma, la seguimos.
Llegamos a una bifurcación, señalizada por una flecha que indicaba un camino, ponía: Mercurio. Te exclame: “¡Vamos!” Y a toda prisa llegamos a la órbita de una gran bola que giraba sobre su propio eje. La estuvimos observando un rato, vimos que estaba desierta, saltamos y así fue como salimos de tu mente.
Te lo escribo para que no se te olvide lo junto que estuvimos. Ahora que todo lo recuerdo como un paseo por tu psique.
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